4 de abril de 2010

La conexión inevitable

"Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes".
(Milan Kundera- La insoportable levedad del ser)

Nunca fui de esas personas que creen que exista un destino o que nuestras vidas esten predeterminadas de antemano, pienso que somos consecuencia de cada una de nuestras decisiones, de nuestros pensamientos, así sean estos los más ínfimos e inocentes que parecen no tener repercusión alguna.Pero si la tienen, somos resultado de nuestros actos y cada uno de nuestros movimientos en el paso por la tierra.
Pero por otro lado, siempre creí, y creo, que conocer ciertas personas a lo largo de la vida, nos transforma de formas inesperadas, nos moldea y nos constituye casi tanto como nuestras decisiones y nuestros actos. Es maravilloso la forma en que por milésimas de segundos, ciertas personas entran en nuestra vida para quedarse, algunas solo unas horas, otras meses, otras años y otras de por vida. Esas personas, amigos, conocidos, maestros, vecinos o simplemente alguien que un día cruzamos en la calle y solo bastó que reprodujera una palabra para marcarnos y dejar en nosotros una huella que permanece a lo largo del tiempo, son a las que me refiero. La trascendencia en el mundo, a mi manera de ver las cosas, simplemente es eso, nuestra capacidad para dejar en el otro algo, pensamientos y hechos que trasciendan más allá del tiempo y el espacio. Esa es la eternidad, esa es nuestra forma de darle sentido a una vida, que por momentos parece ser solo ocasional y finita. Creo que no hay plenitud más grande de dejar en otro, algo. Ese algo tiene que ver con enseñanzas muchas veces, pero también con alegrías, con tristezas, con formas de percibir una cosa, con la música, con la palabra.
Saber que alguien conoció una canción por mí y ahora en más la escucha y le conmueve por momentos, es tan simple como complejo y perfecto. También que alguien alguna vez se haya alegrado por una sonrisa ocasional o una palabra de aliento dada a tiempo es más hermoso.
En el secundario, tuve la oportunidad de tener de profesora a una persona increiblemente maravillosa, que amaba enseñar y dejarnos algo, teorías que según ella era importante saberlas, porque en la facultad seguro las íbamos a ver y quería ayudarnos. Tuvo mucha razón, hasta el día, a un año de recibirme, sigo viendo esas teorías, esos autores y me acuerdo de ella y solo puedo sonreir. Hoy no está más en este mundo, pero sigue trascendiendo en mi vida de una forma increible.
Todos dejan huellas en nosotros, aquellos que en algún momento nos hicieron sentir que podíamos ser las personas más felices del mundo con solo mirarnos o tocarnos y también los que nos hicieron llorar, los que nos rompieron una y otra vez el corazón, y las que hoy, en lo cotidiano nos acompañan a diario y llenan de sentido nuestra vida.
La conexión en la multiplicidad del mundo es tan inexplicable como real y perfectamente milagrosa.

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