5 de julio de 2010

la gente no cambia, no.

Nunca creí en los comentarios de las viejas diciéndome a medida que crecía que la gente no cambia, que los imbéciles siempre serán imbéciles, yo a la edad de 15 años todavía veía las cosas en su máximo explendor y tenía esa esperanza ingenua del cambio, que todos pueden arrepentirse y replantearse las cosas. Sin embargo después de unos años, le doy la razón a esas señoras que me parecían pesimistas, le doy más que la razón, las aplaudo por su sabiduría.
Es verdad, la gente no cambia y si conocen gente que sí, son la excepción, no la regla.
Yo siempre me topo con la regla, no se cuál es ese sentimiento que nos hace pensar y seguir adelante en plan de cambiar a alguien, ¿es nuestra omnipotencia de que podemos con todo? ¿es nuestro orgullo de sentir que nada nos puede ganar? ¿es el deseo de sentir que una persona puede cambiar por nosotros? Son esos momentos en dónde creemos que podemos con todo, incluso cuando se trata de gente. Es una meta desafiante, que nos incita a seguir intentando más allá de las desiluciones, es dar una oportunidad tras otra pensando que la próxima será la del cambio.
Yo creo que voy a rendirme a ese pensamiento y resignar mis metas demasiado utópicas, nadie cambia por nadie, nadie cambia por vos ni por mí. Es hora de dejar las falsas ilusiones y convencernos que la gente si cambia solo cambia por sí misma.

2 comentarios:

Soledad Di Pasquale dijo...

Es así, amiga. La gente no cambia. Lo doloroso es darse cuenta tarde, a veces.
La gente sólo cambia si desea hacerlo por sí misma.
Te quiero, siempre.

DM dijo...
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